Capítulo IV: Envidia sana.

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Me levanté y miré mi reloj. Era viernes, último día de clase antes de las vacaciones de Navidad. Me vestí y desayuné con mi madre, ya que mi padre se había ido a la oficina temprano con la escusa del papeleo… imaginé que había pasado mala noche.


Caminé hasta el colegio y me senté en el banco esperando a que mis amigos empezaran a llegar. Allison se sentó a mis espaldas, jugando con mi pelo mientras esperábamos a los demás. La última en llegar fue Ness, que venía un poco despistada.


-Buenos días Carlie… te veo muy bien –Allison soltó mi pelo y comenzó a reír-. Quizá falta algo más de tela en esos pantalones…


-¿La misma que le sobra a los tuyos?


-Hoy es el gran día, ¿verdad Nessie? Me refiero que por fin vas a ver a Jake… -Ella asintió feliz-. ¿Cuándo vuelves? –Seguía sonriendo mirando al infinito-. ¿Nessie? –Hizo un gesto de disculpa y me reí-. Te preguntaba que cuando vas a volver…


-Bueno, no sé. Creo que nos quedaremos todas las vacaciones allí, así que hasta el año que viene no volveré… Pero en cuanto llegue quedamos todos, ¿os parece bien?



Asentí mientras la aferraba del brazo y entrábamos a clase. Nahuel también se marchaba, pero se fue a la hora de almorzar, algo que me sorprendió ya que creí que se irían juntos.


-Bueno… -hice una mueca-. Habrá que planear algo para cuando volvamos…


-¿Una cena? –Mary sonreía-. Yo creo que es lo mejor… ¿Qué vais a hacer entonces para vacaciones? ¿Nadie se queda aquí?


-Yo sí… podremos quedar si queréis algún día…


-Yo no, me voy a ver a mis abuelos a Ohio… -Kevin se frotó las manos-. Seguro que tengo un buen regalo…


-No mejor que lo que mi padre me tenga preparado, siempre me sorprende… -Kevin hizo un gesto hacia Ryan que me hizo reír-. La última vez que fui a Nueva York me había regalado un bono para ir en caballo por Central Park… ¡Fue genial!


-Pues pásalo bien con los caballos… yo me iré a conocer a mi cuñada… -Meg pareció ofenderse porque Ryan quisiera irse lejos de ella. Pensé en su hermano… apenas pensaba en él ahora-. ¡Qué ganas!


-Pues yo me quedaré en Forks después de la boda… no sé qué van a hacer al final con los vestidos… me dan miedo, la verdad.



Su móvil sonó y su cara cambió ligeramente. Una enorme sonrisa se dibujó creciente conforme leía el mensaje, así que decidí distraer a Meg hablando sobre su hermano, parecía dispuesta ya a preguntar… Pero fue inútil cuando una risa tonta captó la atención de todos.


-Sabes que las drogas son malas, ¿verdad? –Dijo Allison alzando una ceja-.


-Sí, lo sé, puedo ver como te han afectado… Sólo que me he acordado de una cosa graciosa cuando estaba escribiendo el mensaje…


-¿De los vestidos rosas mega chulos que vas a llevar?


-Entre otras, sí…


-Querré ver las fotos de tus vacaciones, no me quiero perder algo así por nada del mundo… -Allison reía pero la mueca de Ness mostraba terror-. ¿Estás nerviosa? No te habrás enfadado por mis tonterías, ¿no? Quiero decir…


-No, no pasa nada. Es sólo que… estoy a gusto aquí, con vosotros, pero mi cabeza ahora mismo está a unas horas de aquí en coche, en una playa perdida, o en un taller… Les echo de menos, sólo eso.


-Está bien… espero que al menos nos eches de menos a nosotros allí tanto como a ellos aquí…


-Seguro, no hay nadie que sea tan desagradable como tú –Sonreímos ante la escena y Allison la abrazó emocionada, la íbamos a echar de menos-. ¿Estás enferma? –Ness tocó su frente teatralmente preocupada-. ¿Dónde está Allison y qué has hecho con ella?



Todos nos reímos cuando Allison se alejó rodando los ojos. Los profesores apenas pusieron tareas, a excepción de la Señora Cullen, que nos dio una lista de libros a escoger para leer… Ninguno que llamara mi atención demasiado. La despedida fue extraña, quizá demasiado conmovedora para separarnos tan poco tiempo.



La tarde se me hizo eterna, las tareas se me acumulaban, intentaba adelantar todo lo posible los primeros días para poder tener más tiempo libre al final de las vacaciones, pero parecía no tener fin. Mi padre apareció con una enorme sonrisa, animándome y obligándome a tomar un descanso para cenar. Tras la cena miré aquella montaña de libros y cuadernos y algo se me revolvió por mi cabeza, estaba saturada, necesitaba desconectar al menos un rato. Me tumbé en la cama y puse mi mp3, sonando una de mis canciones preferidas, de esas que nunca le contaría a Kev que me gustaban por las consiguientes burlas que eso conllevaría. Pero era una canción preciosa y me encantaba, pero nunca esperé que mi cabeza asimilara la canción del modo en que lo hizo.


Unmistakable sonaba cuando el sueño me acechaba, medio inconsciente le di al botón para que sonara esa canción una y otra vez. Me relajaba y me hacía soñar, ya fuera dormida o despierta.


Soñé con un día horrible en el instituto, y a la salida aquel extraño hombre sin rostro ni nombre, simplemente podía distinguir que era más mayor, no era ya adolescente… mi salvador. Se acercaba a mí y tomaba mi mano para después abrazarme, consolándome como nadie y llevándome abrazada mientras paseábamos hasta el parque, mi refugio.



Me revolví entre las sábanas, tenía calor. Abrí los ojos y miré a mi alrededor, los libros que estaban extendidos en el escritorio estaban apilados y yo estaba dentro de la cama, siendo que me había tumbado sobre la colcha. Miré el reloj de mi mesilla, eran las seis de la mañana del sábado, madrugando un día de fiesta y sin nada que hacer… aparte de tareas, claro.


Resignada encendí mi ordenador, ni correos ni ningún tipo de distracción que me resultara llamativa… me pareció patético que el mayor entretenimiento que podía tener un sábado a esas horas fuera hacer mis tareas… pero eso hice. Mi padre suspiró al verme levantada tan temprano y estudiando, mi madre me dijo que estaba loca… y yo empecé a creer seriamente que había heredado los trastornos de mi madre.



Gracias a Mary pude ver algo de esperanza en lo que parecían iban a ser las vacaciones más largas de la historia. Meg nunca se había ido, al menos no tanto tiempo en vacaciones. Estaba acostumbrada a que Ryan y Kevin se marcharan, pero no Meg. Cuando las gemelas me dijeron de ir a comer al centro comercial creo que mi madre dio por sentada mi locura, ya que me puse a dar saltitos y palmadas como si me hubieran dado la mejor noticia del año.



Cuando las vi llegar algo se movió en mi estómago, Mary sonreía en exceso y Allison parecía más bien asqueada.


-¡Chicas! –Salí corriendo y las abracé-. ¡Me alegro de veros!


-Darlene… -Allison levantó una ceja mientras Mary se limitaba a sonreír-. Nos vimos ayer, ¿recuerdas?


-Sí, ya lo sé… pero en serio, me habéis alegrado las vacaciones… creí que tendría que estar encerrada hasta que alguno de los chicos volviera…


-Muy halagador…


-Bueno… -rodé los ojos-. No sé porque te tomo en serio… tú ya me has entendido, no le des la vuelta a todo… -Ella sonreía ahora-. Bueno, ¿alguna novedad?


-¡Eso veníamos hablando! –Mary juntó sus manos en un gesto que me recordó a Meg cuando tenía un cotilleo jugoso-. ¡Cuéntale, Allis!


-Carlie se ha enfurruñado con su hombretón… -La miré sorprendida-. Al parecer ayer le dio plantón, y ya sabes que llevaba días diciendo que estaba ansioso por verla… todo un drama al parecer, incluso me mandó un mensaje casi de madrugada. Creo que esa niña está demasiado obsesionada con ese… -la miré mal- muchacho.


-Yo creo que acabarán juntos… -Mary me miró y yo asentí quitándole importancia al asunto-. ¡Mírala! –Señaló a su hermana-. Se enfada cuando digo eso.


-Es que me parece un poco… ¿ilegal?


-¿Y no será más bien envidia? –Se sonrojó de tal modo que lo tomé como una afirmación-. Es normal, la verdad es que a mí también me gustaría tener alguien como él… ¿A quién no?


-Claro…



Dimos el tema por zanjado cuando entramos a la tienda de discos. Comimos juntas y pasamos la tarde allí, viendo tiendas e incluso vimos una película. También tuve una animada conversación con Meg, que habló con las tres y nos contó con pelos y señales cómo era su nueva cuñada. Pensé que algo así me molestaría, pero la verdad es que me alegré por su hermano.



Llegué a casa a la hora de cenar y caí a plomo sobre mi cama al terminar. Cuando desperté no era excesivamente temprano, así que le mandé un mensaje a Ness para ver cómo había ido todo. Ayudé a mi madre a cocinar, parecía de peor humor hoy, apenas hablaba y refunfuñaba a cada paso que daba… pero al menos no enfurecía ni se ponía histérica, algo con lo que me contenté. Tras la comida recogí y fregué, intentando dejar algo de tiempo a mi madre para que se distrajera y relajara con mi padre, algo que parecía hacerle bien. Mi padre entró a mi cuarto mientras seguía con mis tareas.


-Hola cariño… -besó mi pelo-. Te veo realmente centrada…


-Sí… quiero terminar lo antes posible, no me apetece dejar todo para el último día… así tendré más tiempo para relajarme después…


-Me parece bien… -suspiró y me miró de un modo que parecía preocupado-. Todo va bien entonces, ¿verdad?


-Claro…


-Pensé que te ocurría algo y que por eso te atareabas tanto, para no darle vueltas a la cabeza… pero si es por eso me quedo más tranquilo… -su sonrisa dibujó otra en mi rostro-. Pero no te quedes hasta las tantas, aún tienes muchos días.


-Lo sé… -me guiñó un ojo y se dirigió a la puerta-. ¡Por cierto! Gracias por lo del otro día…


-De nada… pero no repitas, ¿vale?


-Vale…



Mi móvil sonó así que me distraje por un momento, me alegré al ver que era Nessie.


‘La boda genial, acabó muy tarde y me acabo de despertar. Vuelvo en diez días, al menos eso me han dicho mis padres. Tengo ganas de veros, yo también os echo en falta. Un beso.’



Suspiré y pensé cómo sería una boda, nunca había estado en una. Me encaré con los ejercicios de matemáticas, los cuales me costaba más de lo normal resolver… hora de dejarlos para mañana. Me tumbé de nuevo en la cama para escuchar música y dormir, esta vez tapada y con mi pijama, para volver a tener ese sueño tan raro que me hacía sentir bien.



Cuando me desperté miré mi correo y pude ver uno de Ness, el mensaje era escueto, más bien nulo, pero las fotos… Las observé con atención, aquellas chicas vestidas igual, otra de Ness sola… aquella casita abarrotada de mujeres… pensé en cómo sería pasar por aquello, tendría que ser divertido seguro. Las fotos de su hermana y de sus cuñados y tíos me dejaron algo trastornada, aquello parecía un desfile de modelos. Seguí mirando y aparecieron fotos de una casa, preciosa, casi de cuento. Suspiré al entender que era la casa de Jake y pude ver cómo era el cuarto que había creado para ella. Las siguientes eran de la boda, aquellos chicos morenos eran todos tan grandes como Jake, ahora comenzaba a entender algunos comentarios que les había escuchado.


Miré atentamente una de ellas. Nessie posaba con Jake a un lado y otro chico del estilo a su lado. Sus sonrisas eran enormes y ambos chicos abrazaban a Nessie con un cariño palpable incluso en la foto. Aquel chico captó mi atención de un modo extraño, sus dientes blancos relucían en su tostada piel, al igual que los de Jake. Realmente parecían hermanos.



Mi móvil volvió a sonar y comencé a hablar con Meg, a la que apenas presté atención mientras miraba las fotos. Cuando ella se dio cuenta cerré a regañadientes el correo y apagué mi ordenador para prestarle toda mi atención.



Los días pasaron insulsos, llegando la Nochebuena y haciendo que mi casa se volviera el lugar más triste de todo el estado, por lo menos. Mi madre preparó con esmero todos los regalos, ninguno de ellos iba a ser abierto, llevaban envueltos ya varios años y su número no había aumentado. Nunca había regalos para mí o para papá bajo el árbol. Él y yo nos escondíamos los regalos, él siempre me lo guardaba en mi armario por la noche y yo se lo ponía en el maletero de su coche el día de Navidad.



Esta era nuestra nueva tradición, obviando regalos a mi madre para evitar un estallido. Al año siguiente de la muerte de Abi nos atrevimos a regalarle algo y tuvimos que ingresarla a la fuerza por dos semanas… así comenzó la tradición.



Otro año más mi madre se sentó frente al árbol por la noche y se la pasó mirando fijamente los regalos que nunca iban a ser abiertos. Cuando me levanté para esconderle el regalo a papá, ella dormía en la alfombra tapada por una gruesa manta que seguro le habría puesto papá. Aquella imagen me rompió el alma, pero no podía hacer nada más… o quizá sí, pero no sabía muy bien qué hacer.


Cuando volví a mi cuarto vi a mi padre salir con una leve sonrisa, así que entré corriendo y lo abrí mientras él me miraba desde la puerta. En mi armario había una caja de color ocre con un lazo azul. Cuando lo abrí pude ver el jarrón más bonito que había visto jamás con tonos azules y ocres. Lo puse al trasluz y me fascinó, aunque había más cosas en la caja que llamaban mi atención. Había una caja de madera clara con una flor en azul celeste pintada. Dentro encontré otra igual más pequeña con un colgante, pendientes y un anillo con la flor igual que la de la cajita, un estuche con pinturas en tonos vainilla, tierra y azules claros, con un par de barras de labios de colores rosa y marrón.


-Gracias… es genial…


-Cuando vi el jarrón con los mismos tonos, no pude resistirme… -sonrió-. Seguro que pronto lo llenas con las flores que te mande algún… amigo.


-Papá… -odiaba esas indirectas y él lo sabía-. Me ha encantado, en serio. Aunque no deberías haberte molestado, esto es muy bonito –observé el conjunto de joyas- y seguro que muy caro…


-Te lo mereces… -besó mi pelo-. ¿Bajas al garaje conmigo? Me ha parecido que alguien entraba a hurtadillas…



Reí y guardé la caja en mi armario para bajar hacia el garaje sin pasar por el salón. Nada más abrir el maletero posé los ojos en el rostro de mi padre, que tomó el regalo con una sonrisa. Quitó el papel rojo y verde con el que había envuelto los paquetes. Le había comprado un vinilo de los Beatles, un libro de Jim Thompson y un marco de fotos con una foto que tenía de cuando era pequeña en el lago con mamá y él. Se emocionó ligeramente y se limitó a besarme el pelo y a guardar sus regalos. Sabía que los llevaría a su despacho.



Cuando entramos a casa observamos a mamá, que seguía ahora despierta pero tumbada en la misma posición, esperando que una pequeña niñita apareciera por allí para abrir emocionada sus regalos. Era el momento en que la poca felicidad que había rondado en la casa desaparecía, otra tradición familiar de los McBrown.



Gracias al cielo mi tía Cyntia apareció al día siguiente, así que mi madre rompió con la norma de pegarse tres días tirada allí vegetando… todos nos alegrábamos cuando ella venía. Se quedó hasta el día dos de enero, haciendo que mi madre pareciera ligeramente más animada esos días.


Esa misma tarde quedé con las gemelas, saliendo un poco de la rutina hogareña de estos últimos días.


El resto de la semana pasó bastante rápido, todos mandaban correos y comentaban en pocas líneas qué habían hecho en vacaciones y las ganas que tenían por una parte de volver, para vernos todos de nuevo… aunque la parte mala era que eso significaba el fin de las vacaciones y la vuelta a clase.


Cuando terminé de leer los nuevos correos pude ver de nuevo aquellas fotos que había mandado Ness de la boda. Las observé con mayor detenimiento, todos parecían tan felices que daba envidia… Suspiré y apagué mi ordenador, tumbándome en la cama recordando que al día siguiente Kev volvía a Monroe, y en un par de días volverían los demás… tenía muchas ganas de verles.



Cuando me desperté oí unas escandalosas risas procedentes de mi cocina, pude identificar extrañamente la risa de mi madre. Bajé corriendo y mi padre me sonrió al cruzarse conmigo en las escaleras, me asomé a la cocina y estuve a punto de restregarme los ojos al ver a mi madre sonriendo al lado de Samantha y John, que miraban atentos un álbum de fotos. Kevin estaba sentado en el otro extremo, mirando atentamente el mismo álbum y poniendo caras extrañas. Me asomé y pude ver fotos de mi madre cuando era joven acompañada de Samantha y tía Cyntia. Kev me empujó levemente llamando mi atención.


-Yo también me alegro de verte, ¡eh!


-Kev… -le abracé-. ¿Qué tal tus abuelos? Ya he leído tu correo… así que ligando con la vecina de tus abuelos… -miré a Samantha-. Deberías sacarle atado…


-Lo sé… -ella sonreía y no sólo por verme, gesticulé un gracias y ella asintió-. ¿Te ha contado alguna vez tu madre cómo nos conocimos? –Negué y mi madre me miró con nostalgia-. Vamos Grace, cuéntale…


-Fue un día en el parque, tu tía Cyntia corría como una condenada cuando se estampó contra John, que iba agarrando a Samantha. Tu tía se quedó sentada en el suelo mirándolo y le dijo que era el chico más guapo que había visto nunca, después miró a Sami y le dijo que ella debía ser la chica más afortunada. Cuando llegué a su altura me dijo “Grace, debes hacerte amiga de esta chica, seguro que tiene amigos tan guapos como su novio”…


-Y yo las invité a un refresco, ya que Samantha acababa de llegar a la ciudad y apenas conocía a nadie excepto a mí y a mis amigos… y tu tía Cyntia me dio la idea perfecta de que hiciera amigas por sí sola… -John miró a mi padre entrar-. Creo que una semana después tu madre conoció a tu padre, ¿no?


-Sí… -mamá miró a papá de modo cariñoso-. El mejor hombre del mundo.



Kev y yo nos miramos ante el ambiente nostálgico que se había creado, saliendo resoplando de la cocina hasta el salón. Miré hacia la cocina de nuevo y supongo que la duda se reflejó en mi cara, porque Kev posó su mano en mi espalda mientras me miraba.


-Cuando les he dicho que quería venir a verte, mi madre ha insistido en venir. Quería disculparse con tu madre por no se qué discusión y fuimos a casa a recoger el álbum… tu madre se ha quedado de piedra cuando la ha visto, después las dos han llorado y se han puesto a hablar, para después ponerse a mirar el álbum de fotos…


-Espero que esto les haga retomar la amistad que tenían, creo que era muy buena para mi madre, al menos esto la distrae, aunque sólo sea algo esporádico y momentáneo… es agradable oírla reír… hacía años que no oía una carcajada tan natural…


-Bueno… -acarició levemente mi espalda-. Al menos parece que la cosa va bien, incluso tu madre nos ha invitado a comer… ¿Eso es bueno?


-¿En serio? –Le miré sorprendida y asintió-. Eso… eso es… ¡genial!


-Genial…



Su sonrisa produjo un acto reflejo en mí y le abracé fuerte, pude notar una leve risa mientras lo hacía y luchaba contra las lágrimas de emoción que estaban a punto de desbordarse en mis ojos. Mi padre carraspeó y Kev se alejó de forma algo violenta de mi lado, quedando peor dada la situación. Me eché a reír y abracé a mi padre y le besé, dejando claro que todo era producto de mi estado de ánimo.


Comimos juntos y se quedaron hasta bien entrada la tarde, haciendo que mi madre reluciera como en sus mejores tiempos… aunque cuando se fueron un efecto boomerang trajo toda aquella tristeza que no se había reflejado en estas fiestas. Papá le insistió para que fuera a dormir pero ella se quedó en el sofá mirando el fuego mientras yo desmontaba con él el árbol y el resto de la decoración. Cuando terminamos mamá seguía en la misma posición y allí se quedó tras insistir en que durmiera y ella negara unas quince veces.


Algo era seguro, esa noche ni papá ni yo íbamos a poder dormir. Horas más tarde estaba en esa fase de duerme-vela, pensando en qué podría hacer por ella cuando la oí. Podía oír cómo trasteaba por la cocina y unos cuantos golpes sordos. Bajé y pude ver que los golpes sordos eran provocados por la botella y el vaso cuando golpeaban la encimera. La mano de mi padre se posó en mi hombro, el cual con un gesto serio me mandó a dormir.


A dormir… como si fuera capaz de dormir ahora…


Me pasé toda la noche escuchando los gritos y reproches que mi madre procesaba a mi padre mientras él intentaba calmarla y, con tono relajado, la mandaba a la cama. Lágrimas silenciosas rodaban por mis mejillas mientras imaginaba qué pasaría si fuese yo la que tuviera que mandar algún día a mi madre a la cama en esas condiciones. El tono de mi padre comenzó a subir ligeramente, algo que captó mi atención porque eran pocas las ocasiones en las que mi padre subía el volumen de su voz. Limpié mis lágrimas y me serené para bajar a la cocina. Justo cuando entraba mi madre le dio una bofetada a mi padre, el cual me miró con rabia y se marchó.


Mi madre comenzó a llorar entonces, miré hacia la puerta y escuché el coche de mi padre, tenía claro que esta noche iba a dormir en la oficina. El enfado pasó por mi cabeza momentáneamente, pero él también tenía derecho a escapar, a dejar atrás este caos al menos por una noche. Me acerqué a mi madre que me abrazó llorando y me dirigí con ella a la cama.


-Es un mal padre…


-No lo es, mamá… es normal que se vaya después de todo lo que le has dicho y después del bofetón…


-Se lo merecía…


-No, sabes que no. ¿Dónde ha quedado eso del mejor hombre del mundo?


-¿Acaso ahora vas a defenderle? –Se paró en el escalón y me miró-. ¿Sabes lo mucho que me ha hecho sufrir? Un bofetón o unos gritos no son nada comparado con el dolor que siente una madre al perder a su hija.


-Claro que no… pero tú no eres la única que perdió a Abi. Ella era mi hermana y también era su hija… ¿Acaso te duele menos al pegarle? Porque yo creo que lo único que haces es aumentar tu dolor y el suyo…


-¿Estás chillándole a tu madre? ¿Eres capaz de chillarle a tu madre a estas horas de la noche? No te mereces lo que tienes…


-Posiblemente… al menos creo que no merezco lo que estás haciendo tú… -la furia llameó por los ojos de mi madre, por lo que negué y subí las pocas escaleras que quedaban para ir a mi habitación-. Buenas noches…



Cerré mi puerta con pestillo, sabiendo que poco después sería yo el blanco de su furia. Pude oír unos cuantos golpes sordos más, para después oír cómo intentaba abrir mi puerta y la aporreaba hasta cansarse. Imaginé que se habría quedado dormida en la puerta al no conseguir que yo le abriera.


Me sentí culpable en cierta manera, seguramente esto no arreglaría nada, pero mucho menos solucionaría algo dándole la razón y dejándola dormir como si nada hubiera pasado.



Pude oír la puerta principal cerrarse y los pesados pasos de mi padre subiendo las escaleras y recogiendo, supuse, a mi madre de mi puerta. Miré mi reloj y eran las cinco de la mañana, apenas habían pasado cuatro horas y él ya había vuelto. Mi móvil sonó a las diez y media con una llamada de Meg, que me informaba de su llegada a Monroe. Quedé con ella para comer, seguramente mi madre dormiría todo el día y mi padre estaría todo el día trabajando. Bajé a la cocina y me sorprendió ver a mi padre preparando el desayuno. Me senté y él se apoyó en la encimera frente a mí.


-Lo siento. No debí haberte dejado sola anoche, pero me daba miedo seguir discutiendo con ella… no quería decir cosas de las que pudiera arrepentirme.


-Lo entiendo… tú también tienes derecho a huir alguna vez… -su gesto se torció-. Pero de todos modos fui yo la que le dijo lo que debía decirle…


-Lo sé… me lo ha contado y eso me ha hecho perder puntos, ahora además soy mal padre por irme y mal padre porque eres una contestona… -sonrió apenado-.


-Simplemente dije lo que debería saber, no es justo que te culpe ni que te cargue con más dolor del que te corresponde… si ella no se deja ayudar no vamos a conseguir nada, pero al menos que no cree más dolor del necesario en nosotros, no es la única que ha perdido a Abi y debe tenerlo claro. No es justo que haga lo que hace…


-Cariño… cada uno lleva el dolor como puede.


-Papá… -la furia me inundó-. No digas estupideces como esas, porque lo único que haces es avivar el fuego. Si le dices eso es darle la razón, entiendo que cada uno tenga distintas maneras de llevarlo, pero una cosa es llevarlo y otra muy distinta…


-Le está costando algo más…


-¡No! –Golpeé la encimera-. Una cosa es que te cueste más o menos, pero no podemos dejar que siga así, no es que le esté costando más, es que se revuelca en su dolor como los cerdos en el barro. Si dejamos que siga haciendo eso jamás lo superará…


-¿Y qué debo hacer? –Su tono se elevó-. ¿Debo decirle que es una mala madre por no ver que tiene otra hija más a la que debe cuidar? ¿Debo decirle que es una mala esposa por cargarme con la culpa de algo de lo que nadie es culpable?


-¡Sí, si es necesario!


-Llevo tres años capeando esto, sé que está mejorando… no creo que hacerle sentir peor la ayude en absoluto…


-No eres el único que lleva tres años capeándolo… -Nuestras miradas fueron tensas, pero se relajaron con los minutos-. He quedado con Meg, iré con ella a comer y puede que después me pase a ver al Doctor Cameron… Quizá él sepa cómo ayudar a mamá…


-No es necesario… tu madre está mejorando.


-No papá… no te engañes. Quizá haya tenido una buena temporada, pero nunca te había pegado ni nunca te había hecho gritar de ese modo… creo que necesitará algo más que el apoyo que podamos darle… -Me bebí el zumo y me levanté-. Gracias por el desayuno, pero no me apetece comer nada más. Además he quedado con Meg en media hora…


-¿A qué hora volverás?


-No lo sé… posiblemente a la hora de cenar.


-No tardes más, mañana tienes que ir a clase…


-Lo sé… -le besé y me dirigí a la puerta-. Que pases buen día.


-Igualmente cariño…



Me di una ducha rápida y me vestí, cuando bajé mi padre ya se había ido y había dejado en la encimera la comida preparada para mamá con una nota en la que ponía que comería en el trabajo y que yo también iba a comer fuera.


Cuando me encontré con Meg intenté dibujar una sonrisa, pero captó mi ánimo a la primera y me escuchó con atención. Después me abrazó de un modo que me resultó reconfortante y me sonrió del mismo modo, haciendo que algo en mí le pidiera que me contara sus vacaciones con pelos y señales, al menos eso me distraería. Cuando terminó paseamos por el parque y mi padre me llamó para decirme que no debía ir a visitar al Doctor Cameron, que ya habían quedado para comer.



Me consoló en cierto modo y Meg me propuso llamar al resto para comer todos juntos. Kev y las gemelas acudieron casi a la par al aparcamiento del McDonals, llegando un poco más tarde Ryan y poco después Sully. La verdad es que estuvimos escuchando cómo habían sido sus vacaciones y me distraje bastante mientras comíamos y tomábamos algo. Decidimos ir al Galaxy a ver una película y Ness apareció a la salida. Meg y Mary preguntaban cosas al detalle y yo escuchaba maravillada mientras Allison y los chicos bufaban…



Contaba todo lo que le preguntaban, hasta el mínimo detalle, detalles que Mary y Meg comentaban con fascinación y a mí me producían alegría y tristeza a la vez… Me alegraba por ella pero me entristecía no ser yo la que tuviera una vida tan maravillosa como la que contaba. Creo que algunos le llaman envidia sana.