Capítulo X: Sueños y deseos.

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En el sueño se coló un olor, mi olor favorito. Para el resto era muy desagradable, siempre me decían que les picaba la nariz. A mi me producía un cosquilleo, pero no era para nada desagradable, todo lo contrario. Era tan vívido que soñé que estaba abrazada a él. El olor cada vez se hacía más intenso. Noté como mis padres se levantaban, ya no hacía frío. ¿Ya sería de día? Me daba igual, quería seguir con mi sueño. Me dí media vuelta, y el olor se volvió más intenso. Me gustaba, lo necesitaba.
Mi sueño se volvió la imagen de un recuerdo, el último abrazo que le dí a Jake, en mi refugio. Sentí el olor de aquel recuerdo, incluso podía sentir el calor. En un minuto comencé a sudar. Rodé hacia un lado para quitarme una de las mantas.

Aún así tenía calor, rodé hacia el otro lado y sentí una brisa cálida cargada con su olor.
-Jake… -murmuré medio dormida. Sabía que todo esto era un sueño, pero deseaba que fuera real. Una lágrima cayó por mi mejilla. Algo cálido me la secó.


Abrí los ojos de golpe. Ahí estaba, con una sonrisa blanca que resaltaba en su piel oscura. Esos ojos marrones, con unas ojeras muy marcadas, mucho más cansado que en cualquiera de mis recuerdos.
-Buenos días, o buenas noches, como tú prefieras.
-¿Jake?
-Sí, mi pequeña. Siento haber tardado tanto, pero creí que no me echarías tanto de menos como yo a ti, no quería ser pesado. Lamento no haber venido antes, ni haber llamado. Espero que me perdones pequeña.
-¿Jake? –volví a repetir. ¿Soñaba, me lo imaginaba?-. ¿Eres tú?
-Descansa, tu padre me ha dicho que entre Emmett y Alice te han agotado hoy.
-¡Mi lobito! –me levanté zafándome de mis mantas y lo abracé. Parecía real, su calor, la fuerza de su abrazo, su olor, su respiración, sus latidos-. ¡Has venido!
-Si, pequeña, he venido.

Mis lágrimas reprimidas comenzaron a desbordar mis ojos. Jake secó cada lágrima que nacía en mis ojos, por cada lágrima decía un “lo siento”, “perdóname”, o “estoy aquí”. Era esta última la única que necesitaba escuchar.
-Deberíais dormir, Jacob. Ha sido un día largo para los dos –dijo mi padre desde el marco de la puerta-.
-Sí, será lo mejor.
-¡No te vayas! ¡Por favor! –grité desesperada. Jake miró a mi padre y éste asintió-.
Jake se tumbó a mi lado y me abrazó. No se cuanto rato estaríamos sin hablar, pero teniéndole cerca, sabiendo que había venido, me relajaba. Eso junto al cansancio y el calor que irradiaba, hizo que me quedara dormida.

Me desperté cuando unos rayos de sol daban directamente en mis ojos. Tenía frío. ¡No! ¿Había sido un sueño? ¿Se había marchado? Me levanté corriendo, pero me detuve en seco. Oía su corazón. Corrí a la habitación de invitados y allí estaba, trazando una diagonal en la cama, durmiendo abrazado a una almohada…
No pude reprimir el impulso de saltar encima de él y tumbarme en su espalda, abrazándole fuerte. Él abrió un ojo y lo cerró. Creía que yo no le había visto. Roncaba, pero no como cuando dormía de verdad, fingía.
-¡Eres un pésimo actor tío Jake!
-¿No será que tu creces demasiado rápido?
Los dos comenzamos a reír y nos quedamos así durante minutos, hasta que mi madre apareció por allí, trayendo un rico olor a chocolate.
-Creo que es hora de desayunar –dijo mi madre sonriendo-. Oigo el rugido de vuestros estómagos desde el primer piso.
-Huele bien Bells…
-Gracias, al final he recuperado mis dotes culinarias –dijo riendo-. Pequeña, sube a vestirte y a adecentarte para el desayuno. Y tú, Jake, puedes darte una ducha si te apetece, hay toallas y ropa limpia.
-¿Ropa limpia?
-No te quejes… -dijo mi madre mirando enfadada-.
-No ha salido una palabra de mi boca, Señora Cullen –dijo riéndose ante la amenaza de mi madre se volvió hacia a mí-. ¡Más vale que te des prisa o me comeré tu chocolate! –dijo intentando morder mientras yo saltaba de su espalda al suelo haciendo una extraña pirueta y fui corriendo a esconderme detrás de mamá. Jacob me miró con ojos enormes-. ¡Vaya! Sí que has crecido… Ayer no me fijé en lo alta que estás.
-Es mi naturaleza, crezco muy deprisa… ¡Y más creceré cuando me coma tu chocolate! –dije riendo mientras salía corriendo y dejaba a mi madre en la puerta del cuarto de Jake-.

Llegué a mi habitación y abrí el armario. Rebusqué para ver qué me ponía cuando un efluvio llegó a mi nariz. Seguro que intentaba asustarme, creyéndose muy sigilosa, pero su olor no me engañaba.
-¡Déjate de juegos y ayúdame! Tengo que ganar a Jake, si no se comerá toda mi comida.
-Si bueno… -dijo entre risas-. Si es que tu padre no lo asesina primero…
-¿Qué? ¿Por qué?
-Cosas de Jacob y de tu sobre protector padre…
-Luego me lo cuentas, pero ahora ayúdame a elegir… no sé que ponerme…
-¿Hoy sí? –dijo sonriendo mi alocada tía Alice.
-¿Lo sabías? –era evidente, ella lo sabía todo. Seguramente nos viera desaparecer… Típico de mi loca tía el hacer este tipo de teatros… La miré algo nerviosa mientras rebuscaba en mi armario. Saco un vestido rosa muy elegante, quizá demasiado para mis planes-. ¿Eso? Tía Alice… algo más cómodo, por favor… -Metió su cabeza en el armario y al segundo tiro tres prendas encima de la cama. Unas mallas rosas, un vestidito deportivo y unas zapatillas de deporte-. Bueno, al menos es más práctico que los volantes…
-A veces eres peor que tu madre… Te espero abajo, Jazz está intentando calmar a tu padre…
-¿Pero que…? –Agudicé mi oído. Mamá hablaba con Jake…
-Me alegro de tenerte en casa Jake. En serio. Deberías haber venido antes… Ella lo ha pasado muy mal por tu ausencia…
-Lo sé, pero creí que quizá ella no sufría tanto como yo, que estaría bien con vosotros, pero anoche me di cuenta de que no. Siento haberla hecho sufrir, siento… haber roto mi promesa.
-No hay problema, lo entiendo. Sé que
tu no lo has pasado bien tampoco… Si no fuera por las visitas de Charlie, hubiera pensado que Billy estaba peor…
-No, la verdad es que está algo mejor.
-Me alegra oír eso. Charlie me llamó anoche, contándome lo que había pasado. Vaya películas se arman ellos solos…
-Sí, menos mal que estoy para mediar… -pasaron varios segundos.
-No te preocupes. Te espero abajo… -mi madre apareció por las escaleras-. ¿Aún en pijama? Vamos, a la bañera, quiero verte en la mesa en cinco minutos.

Cogí mi ropa y bajé corriendo al baño. Normalmente llenaba la bañera y la llenaba de espuma, podía pegarme horas allí, jugando o leyendo. Me encantaba estar en esa bañera, que ahora me parecía casi una piscina. Me duché muy rápidamente y me vestí, me hice una coleta alta con el pelo mojado. Bajé corriendo por las escaleras pero Jacob ya estaba allí sentado, esperándome.
-¿Has crecido otra vez? –dijo riéndose. Siempre que podía se metía conmigo, pero mamá le dio un ligero golpe en la coronilla-. ¡Au! ¡Era broma!

Mis tíos se marcharon cuando mi padre estuvo algo más calmado, pidiéndonos que pasáramos a verles por la noche. Me comí muy rápido los gofres de chocolate que mi madre había preparado mientras Jake y yo nos poníamos al día. Yo tomé su mano para mostrarle, era mucho más rápido y podía comer a la vez, pero él solo miraba y atendía atentamente a las imágenes que le mostraba. Tuve que esperar a que acabase de desayunar, ya que le bombardeaba a preguntas sobre las novedades en casa y él me respondía, a veces con la boca llena, por lo que tuve que esperar varios minutos. No me importó.
Mi padre le dijo a Jake que ni se le ocurriera montarme en ese cacharro infernal, justo antes de irse a la facultad. Mi lobito le aseguró que ni se le había pasado por la cabeza, no hasta que fuera más mayor. Mi padre gruñó, pero mamá le calmo con un beso. Era encantador ver a mis padres besarse, tocarse o incluso simplemente mirarse. Después me dio un beso en la coronilla y se marchó.
Mamá propuso dar una vuelta por la ciudad para enseñársela a Jake, así que accedí, aunque de lo que más ganas tenía era de ir de caza con él. En la puerta estaba aparcada una moto negra y caoba, Jake nos levantó una ceja y sonrío.
-Un detalle de la… de Rosalie.
-¡Imposible! ¿Sí? –decía mi madre muy sorprendida.
-Ella es así. –Yo lo sabía, era buena… los dos se miraron y después me asintieron, no con mucho entusiasmo y se miraron de nuevo mientras reían. Odiaba que se metieran con mi tía Rose, pero… no quería enfadarme con ellos, menos aún con Jake.

Visitamos gran parte de la ciudad, aunque realmente no había mucho que mostrar. Yo prefería las afueras, los bosques. Cuando se acercaba la hora de comer mamá propuso ir de caza, así que los tres nos fuimos al norte, a las afueras, donde había estado los primeros días de mi llegada a Monroe.

-¿Qué hacemos ahora? ¿Tenéis algo más que mostrarme?
-Creo que deberíamos ir a casa de los abuelos, mami, Alice pidió que pasáramos por allí. Además, no veo a Nahuel desde el jueves.
-¿Te parece bien Jacob?
-Sí, claro… -Su rostro había cambiado ligeramente-.

Esa noche estuvimos en casa de mis abuelos hasta casi la una de la madrugada. Volvimos a casa, ya que no era muy buena idea quedarnos con Jacob por allí… Nahuel no estaba muy cómodo, ni el resto, aunque ya casi se habían acostumbrado a su olor.
Cuando llegamos yo corrí y subí a mi cuarto. Me puse el pijama y volví a bajar para darles un beso de buenas noches a mis padres y a Jake, que estaba comiendo algo que le había preparado mi madre.

Me dormí en seguida, estaba realmente cansada.
El sol me dio en la cara, haciéndome despertar. Me levanté de la cama y bajé corriendo las escaleras. La puerta de la habitación de Jake estaba cerrada, mientras mis padres se levantaban al verme. Llamé a la puerta un par de veces, pero no se oía nada. Entré y la ventana abierta estaba abierta de par en par, por la que entraba un frío invernal. La cama estaba hecha, había una nota encima. Jacob se había marchado. ¡No! No era posible que se fuera sin despedirse. Salí corriendo, zafándome del agarre de mi padre que intentó sujetarme. Corrí hacia el norte siguiendo su rastro, pero sólo llegué al mismo lugar donde habíamos estado de caza. Me angustié. Comencé a llorar y a gritar su nombre. No. No podía haberme abandonado… no…
No paraba de llorar, de llamarle. Corrí hacia el sur, encontrando su efluvio, que llegaba a la autopista, donde se perdía y se volvía muy débil. Me sentía tan desconsolada…
-¡Jake! –grité.
Unos brazos cálidos me estrechaban. Sentía su mejilla en la coronilla. Estaba en mi cama, mientras él me mecía. Todo había sido una pesadilla. Mi padre y mi madre estaban parados en las escaleras, mirándonos con angustia. Mi madre tocó a papá y se fueron, dejando que mi tío me consolara. Era lo único que necesitaba en ese momento, que él me abrazara. Lo había echado tanto de menos, los juegos, los paseos en su lomo… Mi lobito.
-Lo siento pequeña, lo siento muchísimo –no paraba de repetirlo-. Falté a mi promesa, y te he herido. Lo lamento tanto. Espero que algún día me perdones pequeña.
-Lo importante es que has venido, no estoy enfadada, te lo prometo. Solo ha sido un mal sueño.
-¿Puedo hacer algo para compensarlo?
-No te vayas.
-Está bien, velaré tus sueños toda la noche si es necesario.

Me abracé a mi tío. Yo sabía que algún día habría un motivo por el que se tendría que ir, pero estaba tan arrepentido, que no me quedaba duda alguna de que me visitaría. Más tarde o más temprano, siempre vendría. Además, iba a pasar mis vacaciones de Navidad en Forks, con toda la manada, con el abuelo y eso me encantaba. El cielo estaba despejado, lo miré fijamente. Entonces pasó una estrella fugaz. Solo pude pedir un deseo.

1 comentarios:

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Anónimo
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13 de septiembre de 2011, 18:57 delete

que padre capi!!!! ke exagerada es nessie ¿o no? echale muxas ganas en el siguiente capi!!!!!!

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